Pollos más grandes, ¿carne más dura?
Un artículo reciente de Wall Street Journal habla de un problema que parece estar encontrándose en la carne de pollo actual, la "pechuga amaderada" o "pechuga de madera" (del inglés, woody breast). Este síndrome se da cuando las pechugas de los pollos de engorde presentan fibras musculares duras en los filetes.
Según Massimiliano Petracci, de la Universidad de Bologna (Italia), "la carne está más dura y es más elástica, por lo que hace falta más energía para masticarla". Indicó que este síndrome se ha observado ya en EUA, España, Reino Unido y Brasil, entre otros lugares. De hecho, señaló que entre el 5 % y el 10 % de los filetes de pechuga de pollo deshuesados del mundo estarían afectados.
El síndrome parece estar relacionado con el tamaño de los pollos de engorde actuales y la tendencia a engordar pollos cada vez más grandes y cada vez más rápido. Hoy en día, los pollos de engorde, gracias a los avances en la genética (y no gracias a alimentarlos con hormonas, como en muchas ocasiones se ha creído erróneamente) tienen un tamaño muy superior al que tenían hace años.
Sin embargo, para los procesadores de pollo, como Sanderson Farms Inc., Perdue Farms Inc. y Wayne Farms LLC, la pechuga de madera es uno entre varios trastornos musculares que han surgido en los últimos años, según el artículo de WSJ. Esto coincide con la creciente demanda por parte de los consumidores de animales criados con más bienestar animal y un menor uso de antibióticos y otros fármacos.
Algunos analistas de la industria, según el artículo de Wall Street Journal, señalan que las "pechugas de madera" podrían acabar teniendo una repercusión en los beneficios de los productores, dado que los consumidores podrían empezar a rechazar este tipo de carne y demandar aves más pequeñas que no tengan esa textura en la carne.
Este es un trastorno muscular similar a otros que ya se dan en la carne de ave, como la miopatía pectoral profunda, o enfermedad del músculo verde, que también se observa pollos comerciales y pavos pesados. Estos trastornos no afectan a la salud de los consumidores pero sí a la calidad de la carne, otro factor que los consumidores demandan y que no suelen estar dispuestos a sacrificar.
No cabe duda que si este es un tema que los analistas están empezando a mencionar, podría convertirse en un problema mayor a largo plazo. Es posible que en las líneas genéticas tengan que empezar a mirar no solamente cómo engordar los pollos más y cada vez más rápido sino cómo abordar estos trastornos musculares también para evitar, en la medida de los posible, que supongan un problema económico a largo plazo para la industria.
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