Acabar con el desperdicio alimentario, clave para alimentar a todos
Según las estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), en el año 2050 la población mundial, que estará alrededor de los 9 000 millones de personas, aumentará el consumo de alimentos de origen animal en un 60 por ciento.
Cómo afrontar el reto de alimentar a la población es un tema recurrente desde hace ya unos años, no solo en congresos y eventos del sector avícola, sino de toda la industria alimentaria.
Será necesario encontrar el equilibro entre aumentar la producción de alimentos y la sostenibilidad de ese aumento de producción, de modo que alimentar a todos no acabe con el planeta ni con los recursos que ofrece.
Acabar con el desperdicio alimentario parece ser que podría ser un factor clave para ayudar en esta tarea.
El primer Boletín de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos en América Latina y el Caribe de la Oficina Regional de la FAO, de julio de 2014, señalaba que el 6% de las pérdidas globales de alimentos se dan solo en esta región.
“Cada año la región pierde o desperdicia alrededor del 15% de sus alimentos disponibles, lo que impacta la sostenibilidad de los sistemas alimentarios, reduce la disponibilidad local y mundial de comida, generan menores ingresos para los productores y aumentan los precios para los consumidores”, explicó el Representante Regional de la FAO, Raúl Benítez.
Benítez agregó que las pérdidas y desperdicios también tienen un efecto negativo sobre el medio ambiente debido a la utilización no sostenible de los recursos naturales.
Con los alimentos que se pierden en la región sólo a nivel de la venta al detalle –es decir en supermercados, ferias libres, almacenes y demás puestos de venta al por menor – se podría alimentar a más de 30 millones de personas, es decir, al 64% de quienes sufren hambre en la región.
A nivel global, entre un cuarto y un tercio de los alimentos producidos anualmente para consumo humano se pierde o desperdicia.
Esto equivale a cerca de 1 300 millones de toneladas de alimentos, lo que incluye el 30% de los cereales, entre el 40 y el 50% de las raíces, frutas, hortalizas y semillas oleaginosas, el 20% de la carne y productos lácteos y el 35 % de los pescados.
La FAO calcula que dichos alimentos serían suficientes para alimentar a 2 000 millones de personas.
Es decir, la reducción del desperdicio de alimentos puede ayudar activamente a aprovechar mejor los recursos disponibles de modo que la tarea de alimentar a la población mundial del futuro sea más sencilla y eficiente, además de respetuosa con el medio natural.
La FAO acaba de publicar la segunda edición de ese Boletín de Pérdidas y Desperdicios de Alimentos. En él, la FAO indica que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha asumido la meta de eliminar el hambre en la región antes del año 2025, por lo que, a través de su Plan de Seguridad Alimentaria, Nutrición y Erradicación del Hambre, está impulsando una serie de medidas concretas para recuperar alimentos y evitar que acaben en la basura.
Estas medidas incluyen la creación de campañas de información para sensibilizar a todos los actores de la cadena alimentaria, mejoras en la claridad del etiquetado de los alimentos en cuanto a la fecha de expiración y las condiciones de almacenamiento son algunas de las propuestas que incluye el Plan de Seguridad Alimentaria de la CELAC.
La CELAC también llama a los países a aplicar buenas prácticas agrícolas y veterinarias durante la fase primaria de producción, fomentando estrategias de conservación de los productos de la agricultura familiar e implementando mejoras necesarias a las infraestructuras de transporte y del mercado.
En otros lugares del mundo también se está intentando abordar este problema. Como en Francia, que recientemente ha aprobado una serie de medidas que obligan a los supermercados de más de 400 metros cuadrados a no poder tirar a la basura los productos perecederos. En su lugar, tendrán que donar dichos productos a organizaciones dedicadas a la alimentación animal o a la fabricación de abonos agrícolas. La ley entrará en vigor en julio de 2016.
Este tipo de medidas suponen un gran paso en la lucha contra el desperdicio de alimentos. Con pasos como estos se está más cerca de conseguir alimentar a la población mundial de manera más eficiente y sostenible.
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